Alejandro Sánchez posa para la foto en su puesto de golosinas y comida "chatarra". En México nuevas normas de etiquetado obligan a las empresas a poner sellos de advertencia en los productos poco saludables y a quitar de los envases los personajes infantiles en una siguiente etapa. Foto: Andrea Sosa Cabrios/dpa

Sus días están contados: el papagayo sonriente del cereal infantil,
el osito chef de la bollería y las grageas de chocolate animadas, que
acompañaron a generaciones de consumidores mexicanos e impulsaron las
ventas, deberán desaparecer de los empaques. Se les acusa de ser
cómplices de la epidemia de obesidad de México.

Una empleada de supermercado acomoda cajas de cereal infantil. En México nuevas normas de etiquetado obligan a las empresas a poner sellos de advertencia en los productos poco saludables y a quitar de los envases los personajes infantiles en una siguiente etapa. Foto: dpa aso


Nuevas reglas de etiquetado que entran en vigor el 1 de octubre
obligan a la industria de alimentos envasados y de bebidas azucaradas
a poner sellos de advertencia y a cambiar la presentación de los
productos poco sanos, incluidas las grandes marcas internacionales.

Una mujer toma un paquete de cacahuates de una estantería de supermercado. En México nuevas normas de etiquetado obligan a las empresas a poner sellos de advertencia en los productos poco saludables y a quitar de los envases los personajes infantiles en una siguiente etapa. Foto: Jair Cabrera Torres/dpa


México, principal consumidor de refrescos del mundo, es el país con
más sobrepeso y obesidad infantil, según el Fondo de las Naciones
Unidas para la Infancia (Unicef). También figura en los primeros
lugares en adultos. Uno de cada tres niños y adolescentes, así como
siete de cada diez adultos están excedidos en peso.

En los envases ya se empiezan a ver los cinco nuevos sellos de
advertencia de exceso de calorías, azúcares, sodio, grasas saturadas
o grasas trans. Y en los próximos meses quedarán desterrados también
los personajes, celebridades y mascotas que atraen a los niños.

El vendedor Jonathan Mateos Chalchi prepara una botana con salsa en su puesto ambulante. En México se ha aprobado en algunos estados prohibiciones a la venta de «comida chatarra» a menores de 18 años para combatir la obesidad. Foto: Andrea Sosa Cabrios/dpa


”En todos los grupos de edad, del 25 al 30 por ciento de las calorías
que ingerimos al día provienen de estos alimentos industrializados y
bebidas azucaradas”, dijo a dpa la nutricionista Gabriela Olvera
Mayorga de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).


En la crisis de la covid-19, esto cobró factura: México es uno de los
países con más muertos y la mayoría sufría hipertensión, diabetes u
obesidad. Unos 8,6 millones de adultos -más del diez por ciento-
tiene diagnóstico de diabetes, al igual que muchos niños. En 2016 se
declaró por esto emergencia epidemiológica.

Pese a acciones legales de la industria y protestas de pequeños
comerciantes, el nuevo etiquetado se abrió camino. Además, en los
estados de Oaxaca y Tabasco se prohibió la venta de comida “chatarra”
a menores de 18 años. También hay propuestas similares en otros
estados y a nivel nacional.

”Antes se veía el problema de la dieta como una causa individual,
pero hoy en día la investigación se está centrando más en el entorno:
el individuo depende mucho de lo que se le ofrece, de lo que tiene
disponible para elegir”, dice Olvera, que es también investigadora
del Instituto Nacional de Salud Pública.


Jonathan Mateos Chalchi, un vendedor ambulante de 23 años, ofrece
frituras de harina y tentaciones saladas en una esquina de Ciudad de
México. “Cacahuates, papas, cheetos, chicharrones”, pregona. Su
triciclo con mercancías está decorado con dos cabezas de jaguar que
devoran unas calaveras.

”Sí, esta comida hace daño, pero es cuestión de no comer en exceso.
También afecta que en el trabajo mucha gente está sentada o de pie y
no queman la grasa. Eso hace que estemos obesos”, señala. “Todas
estas iniciativas me preocupan. Me va a afectar muchísimo”.

El presidente Andrés Manuel López Obrador dijo que el etiquetado
ayudará a orientar a los consumidores, junto con otras campañas
informativas. Pero rechazó la idea de las prohibiciones o de subir el
impuesto a los refrescos adoptado en 2014. “Lo más importante es
crear conciencia”, opinó.

El nuevo etiquetado, que se inspira en el modelo vigente en Chile,
fue resultado de un largo proceso de discusión entre autoridades,
científicos, organizaciones de la sociedad civil e industria.

Organismos internacionales celebraron su aprobación. “Podría
convertirse en un ejemplo para otros países”, consideró Unicef. Las
cámaras empresariales, en cambio, protestaron: “No resuelve los
problemas de salud de los mexicanos”.


La llamada NOM-051 se aplica inclusive a marcas poderosas como
Coca-Cola, Kellogg’s, Nestlé, Bimbo, Mars y Hershey’s. Varias
presentaron recursos ante la Justicia. La industria argumenta que
causa daños económicos, fomenta la competencia desleal de productos
informales y viola tratados internacionales.

”Ellos siguen la batalla muy fuerte con todos los medios a su
disposición”, dice Alejandro Calvillo, director de El Poder del
Consumidor, una de las organizaciones impulsoras del etiquetado.

En los últimos 20 años, señala Calvillo, México sufrió una
transformación profunda en su dieta, también en zonas rurales e
indígenas. Los productos industrializados le ganaron terreno a la
alimentación tradicional de maíz y frijol, en un proceso agudizado
con el inicio del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica en 1994.

”En México tenemos el mayor consumo de alimentos ultraprocesados de
toda América Latina”, menciona. “En los rincones más alejados del
país no hay agua potable, pero sí refrescos”.

Para Alejandro Sánchez, que tiene desde hace 46 años un puesto de
golosinas y comida “chatarra”, los mexicanos se alimentan mal en gran
parte por sus bajos ingresos y porque comen en la calle lo que hay a
mano. “No hay trabajos que estén bien pagados. La gente consume para
llenarse, no para nutrirse”.

Olvera, la nutricionista, explica que el etiquetado debe ser parte de
una estrategia integral para mejorar los hábitos, con campañas para
fomentar la lactancia materna, la alimentación adecuada desde una
edad temprana y el ejercicio físico.

”Se ha dicho que el etiquetado no va a resolver los problemas de
obesidad. Claro que no, él solo no lo va a resolver”, indica. “Pero
es una de las estrategias que se requieren. No va a ser de la noche a
la mañana, llevará unos años poder evaluar su impacto”.

dpa