Se gastó 900 euros en un disfraz profesional de Spiderman que compró en Estados Unidos. «Con la primera sonrisa que arranqué, lo amorticé», cuenta Antonio Márquez, gaditano de 1,90 de estatura que se tuvo que comprar el disfraz a medidaporque el estándar le llegaba por las pantorrillas. «Me quedaba tan corto que daba vergüenza verme». Y no se lo compró para los Carnavales de Cádiz: se lo compró porque su historia comenzó siendo un niño que, cuando creció, tuvo que elegir en qué se convertía.

La historia de Antonio, el Spiderman de Cádiz, ha sido noticia semanas atrás por no permitírsele la entrada al Hospital Puerta del Mar a visitar a los niños enfermos. Se ha convertido en un fenómeno tal que desde el SAS han tenido que recurrir al reglamento que regula el Convenio de Voluntariado para las visitas, y que estipula que «cualquier persona que desee realizar labores de voluntariado en el Hospital, como es el caso, debe hacerlo a través de una entidad que tenga suscrito convenio con el centro sanitario». Y Antonio, que trabaja de camarero en la Residencia Militar de Cortadura, con horarios que fluctúan en función de los turnos, acude cuando le llaman las familias, sacando el tiempo de donde puede. «A mí me gustaría seguir haciéndolo, pero no puedo someterme a horarios», suspira. No sólo ha estado acudiendo al hospital de referencia gaditano: también se ha desplazado a otros, como al ‘Virgen del Rocío’ de Sevilla porque le han llamado, «y yo voy donde me llamen». Concretamente, allí le han llamado familiares de un niño que se encuentra en la Unidad de Quemados y que perdió a toda su familia directa.

Pero la historia de este spiderman andaluz va más allá de lo que lo ha convertido en noticia por lo del hospital. En diciembre ha estado trabajando a destajorecogiendo juguetes para los niños más desfavorecidos de Cádiz. Los recoge y los deja en su salón, que ha llegado a estar atestado de juguetes y que han dado para llenar un camión entero, que se llevó la Asociación de Vecinos de Puntales a mediados de mes. Además, este año doce familias tendrán Noche de Reyes gracias a los juguetes que ha ido recogiendo Antonio, sin contar con los que también ha recolectado para la entidad vecinal y que ésta repartirá por las familias más necesitadas del barrio. Antonio lleva haciéndolo desde 2007, y también recoge alimentos con los que llenar neveras. Este año reconoce, por las enormes cantidades que ha recogido, que «todo se me ha ido de las manos».

«No me gusta la Navidad»

-Antonio, ¿por qué lo haces?

-Porque no me gusta la Navidad.

Antonio odia la Navidad, pero es capaz de llenar un camión de juguetes. Podría haber elegido convertirse en Ebenezer Scrooge, pero eligió Spiderman, aunque su historia es igualmente dickensiana.

Antonio nunca tuvo una Navidad hasta que fue mayor. Tampoco recuerda a su madre riendo, o en la playa, o arropándole por las noches. Solo la recuerda sufriendo. «Si lo vas a contar, cuéntalo con sensibilidad, por favor», dice Antonio. Violencia de género, problemas de adicciones de su padre, que entraba y salía de la cárcel. Y su madre murió muy pronto.

De él y de su hermano se encargó su abuela paterna y su ‘abuelo’, un norteamericano, que fue pareja de su abuela durante años y que se opuso firmemente, junto con ella, a que él y su hermano quedaran en manos de los servicios sociales, como presionaba parte de la familia. Fue él el que le aficionó a los cómics de Spiderman en inglés. Cuando Antonio tenía 14 años, «mi abuelo sufrió una trombosis. Yo y mi hermano le cuidamos, y pasamos con él largas temporadas en el hospital. Ahí me di cuenta de lo que es estar en un hospital sufriendo, además de saber ya qué es no tener padres, o aprobar un examen y no tener a quien decírselo». Su padre falleció hace nueve años, «aunque lo perdí mucho antes».

Antonio tiene ahora treinta y nueve años, «y nunca le he odiado: no hacerlo también lo elegí yo. Así que no, no me gusta la navidad. Pero yo podría haber cogido mi tristeza y no haber sacado nada bueno de ella. Elegí mejor devolver la generosidad que tuvieron conmigo en mi niñez, no estar triste y devolver lo bueno que recibí ayudando a los demás». Hoy lo hace con el apoyo de su pareja, una chica que, entre otras cosas, ha estado varios días sin poder sentarse en el sofá del salón, porque los asientos estaban ocupados por juguetes.

Una década recogiendo juguetes

En estos diez años recogiendo peluches, muñecos, juegos de mesa y juguetes, pasó uno trabajando como vigilante jurado en el Hospital Puerta del Mar. Allí fue consciente del sufrimiento que había en las plantas pediátricas, cuando hacía las rondas. Y comenzó otra misión: empezó a visitarlos a petición de los padres «y a disfrazarme de todo: de El Zorro, de Águila Roja, de Mickey, de Tiburón… de lo que pillara». Niños y niñas con enfermedades crónicas, diálisis, o enfermos de cáncer. «Niños que quizá no saldrán nunca de allí, y que ven pasar los días desde una ventana que no se abre. La primera vez que entré por vestido de Spiderman, le dije al niño que me miraba alucinado que tenía que entrar por la puerta porque por la ventana, que no se abría, no podía hacerlo».

Lo que consigue con el traje profesional del superhéroe de Marvel «es alucinante. Los niños flipan». ¿Lo mejor de todo? «Las sonrisas, y que te digan ‘Spiderman, me has cambiado el día'». El 6 de enero hará que muchos niños sonrían igualmente y dejará que sean los Reyes Magos los responsables de alegrar el día más grande del año para ellos. Y lo hará, como también hace ante la prensa, ocultando su identidad. Como hacen los superhéroes.